“Tenemos pruebas
de que mi hijo no disparó
sino que lo ejecutaron”
Desde hace cuatro meses, cada semana, María Gil, va a la oficina de la fiscal 86 del Ministerio Público para impulsar la investigación de la muerte de Leonidas Rafael Ordosgoiti Gil, de 30 de edad, presuntamente asesinado por funcionarios de las FAES
Erick S. González Caldea
Fotos y video: Alan Márquez
En la cocina de su casa, mientras sirve unas caraotas, María Gil, habla de otras habilidades que ha tenido que desarrollar en los últimos cuatro meses. “Ahora entiendo de Criminalística y cada vez estoy más segura de que a mi hijo lo ejecutaron vilmente”, afirma al recordar la muerte de Leonidas Rafael Ordosgoiti Gil, de 30 años de edad, presuntamente a manos de las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) de la Policía Nacional Bolivariana.
“Él no se enfrentó a la policía, eso es mentira. Él salió negativo en la prueba de ATD. Eso significa Análisis de Trazas de Disparo. Así consta en el expediente. Tenemos pruebas de que mi hijo no disparó sino que lo ejecutaron”, reiteró con firmeza la mujer de 66 años de edad.
La madre explica que en la morgue de Bello Monte también le aseguraron que la autopsia no reveló indicio alguno de que Ordosgoiti Gil hubiera disparado. “Ellos me dijeron que mi hijo estaba limpio. La fiscal también lo sabe. Los trazos de pólvora no salen ni con agua”, sostuvo.
Cada día, desde que murió de su hijo, María espera en su cocina a que “Junior” (así llamaban a Leonidas Rafael) baje a pedirle la bendición. Sabe que eso no ocurrirá, pero es un ritual que no puede y no quiere dejar de hacer.
Ordosgoiti Gil habría sido ejecutado por funcionarios de las FAES a las 9:00 pm del 7 de junio de 2019, en la carretera Mamera-El Junquito. Ese día, el hombre había ido a cobrar un dinero en Catia por la venta de una mercancía que traía desde Colombia. La versión oficial indica que él abrió fuego contra los policías y se produjo un enfrentamiento.
El fallecido era el menor de cuatro hermanos y siempre vivió en la casa de sus padres, ubicada en el sector El Junko, en la parroquia El Junquito. La venta de fresas con crema fue el principal sustento de la familia.
“Siempre nos quedábamos viendo televisión juntos hasta la madrugada. Lo hicimos costumbre. Luego de su tiempo en la cárcel, no quería separarme de mi hijo”, señaló. La madre refiere de soslayo los antecedentes penales de Ordosgoiti Gil por su presunta participación en un secuestro ocurrido en 2011, como que si ello nada tuviera que ver con la presunta ejecución extrajudicial de la que fue víctima.
Ordosgoiti Gil estuvo privado de libertad durante siete años, hasta el 7 de agosto de 2018. Para la fecha de su detención cursaba séptimo semestre de Derecho en la Universidad Santa María. “A él lo involucraron porque sus amigos de la infancia estaban siendo procesados por ese hecho. Es como dicen: dime con quién andas y te diré quién eres”, alega la mujer.
La madre recuerda que mientras su hijo estaba en prisión, cada noche, justo a las 7:00 pm, la llamaba por teléfono. “Nunca perdimos el contacto. Ahora extraño esas llamadas. Para mí lo más importante era que estuviera vivo”, relató.
Leonidas Rafael obtuvo libertad condicional. Debía presentarse una vez al mes ante el tribunal de la causa. “Cuando recuperó su libertad, prosiguió sus estudios y retomó su trabajo como comerciante. Siempre cumplió con las condiciones que le impuso el tribunal e, incluso, obtuvo autorización para salir del país, de modo que volvió a viajar a Colombia para comprar mercancía que luego revendía en Venezuela”, explicó María.
Con amigos policías
María relató que ese viernes 7 de junio su hijo salió de su casa a las 11:00 am. Estuvo realizando diligencias para obtener su pasaporte, entregar mercancía y cobrar parte del dinero que le debían. El último contacto lo hizo a las 5:00 pm, cuando le envió un mensaje a un amigo, informando que se encontraba en la avenida Sucre de Catia, camino a casa. Después, su teléfono fue apagado.
“Nunca acostumbraba tener el teléfono apagado. Siempre lo cargaba encima. A las 9:00 pm, cuando vimos que no llegaba, nos comenzamos a asustar. Alertamos a todos sus amigos”, señaló la madre.
Ordosgoiti Gil estaba desaparecido y su familia comenzó a activar las alarmas. “Junior tenía amigos policías. Les avisamos a todos ellos. También se preocuparon. Comenzaron a llamar a sus contactos en las policías y comandancias de Caracas. Pero mi hijo no estaba detenido. A ninguno se nos ocurrió buscarlo en los hospitales”, lamentó la madre.
Según el reporte policial obtenido por la Fiscalía, el cadáver de Leonidas Rafael fue ingresado sin signos vitales al hospital Miguel Pérez Carreño, a las 10:45 pm de ese viernes.
Shock hipovolémico causado por el impacto de un proyectil en el tórax, fue la causa de muerte registrada en el acta de defunción. Sin embargo, la víctima recibió tres disparos en el pecho.
Desde que murió su hijo, María Gil ha bajado 10 kilos de peso | Foto: Alan Márquez
Impulsando la investigación fiscal
Su deseo de justicia es más fuerte que las dificultades para trasladarse en transporte público desde El Junko hasta Caracas. María acude al menos una vez por semana al despacho de la fiscal 86 del Ministerio Público, Marbella Carolina Vargas, quien dirige las investigaciones sobre la presunta ejecución extrajudicial de Leonidas Rafael Ordosgoiti Gil.
“El proceso va lento, pero seguro. La fiscal ha solicitado todas las actuaciones correspondientes: la prueba de ATD, el informe forense, los registros telefónicos... Como era de esperarse, la Policía Nacional Bolivariana no nos quiere otras informaciones para precisar quiénes fueron los funcionarios de las FAES que mataron mi hijo”, comenta la mujer y ratifica que aún tiene fuerzas para continuar luchando contra impunidad.
Además de la fiscal, se ha reunido con funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas para agilizar la expedición de los resultados de las experticias de balística y planimetría. “No quiero dejar el caso impune, por eso he acudido también al Cicpc, me he reunido con los oficiales y me han prometido que me van a ayudar…”, destacó.
El automóvil donde iba Ordosgoiti Gil, un Chevrolet Century de 1992, era propiedad de la madre del fallecido y fue recuperado. En el parabrisas, del lado del conductor, hay un disparo. “Según la versión de los asesinos, ese disparo fue el que mató a mi hijo, pero la Fiscalía difiere. Las heridas no coinciden. A mi hijo lo sacaron del carro y lo mataron a quemarropa”, sostuvo.
María Gil reveló que la Fiscalía presume la responsabilidad de tres funcionarios de las FAES, pero requiere verificarlo con información oficial, que la Policía Nacional Bolivariana se resiste a suministrar. “Yo seguiré respaldando a la fiscal que, también ha hecho esfuerzos para que este crimen no quede impune”, reafirmó.
Las FAES no solo le habrían quitado un hijo a María. Ahora vive con una angustia que poco a poco le fue quitando el apetito. Ha perdido 10 kilogramos en los últimos cuatro meses.
María quiere ser escuchada, quiere ser acompañada… Aprovechó que los reporteros de Proiuris llegaron hasta su casa para ofrecerles las caraotas que cocinaba para toda su familia antes de que la tragedia les cambiara la vida: “Gracias por venir y por escucharme. Así no me siento sola”.